Todo está en su debido lugar, en su debida manera. Las rocas; resbaladizas del verdín por la húmedad y el roce de las olas, están en su posición perfecta. Se encuentran en el lugar adecuado. El mar; tintado de un azul intenso, que al llegar a las rocas en forma de olas se vuelve azul esmeralda, con una espuma densa. Parecen impenetrables. Están en constante movimiento, y sin embargo todo sigue igual. Sigue siendo del mismo tono, de la misma forma y con el mismo aroma. Aroma a relajación, a bienestar y a dulzura. El sol; que a su paso por el cielo cambia su color y al llegar al horizonte se tiñe de un color indescriptible. Se podría comparar con un naranja chillón mezclado con pigmentos amarillos. Pero ni siquiera así sería el color que enseña, ni tampoco el que refleja en su cómplice llamado mar. Y si hablamos de la arena; de esa suave, de un color resplandeciente, virgen y limpia tras estar unos meses sin caminantes y admiradores de la belleza que se describe en estas líneas, si hablamos de ella, por insignificante que parezca, no acabaríamos de describirla a la perfección por completo. Pero ni la arena, ni las olas, ni el sol, ni tan siquiera unas simples rocas. La esencia que se desprende, no de la belleza de la que hablo, sino del que la admira, si que es indescriptible. No porque cada cual desprende una esencia distinta, que también, pero sobretodo porque es volátil, no vuelve, dura unos segundos y rápidamente cambia. No se si me entendéis; de repente sientes nostalgia sobre algo o alguien, como de repente sientes sosiego. Es todo mágico.
¿Cómo aceptarlo?, ¿cómo?. Para que no duela, para no sufrir, para no hacer sufrir, para poder seguir adelante. La gente constantemente habla de miedo, de miedos superables; miedo a la oscuridad, superable. Miedo a los espacios reducidos, superable. Miedo a los animales, superable. Miedo a perder a alguien, insuperable. Eso es realmente un miedo, saber que hay una persona con la que has compartido vida, momentos increíbles, graciosos, llenos de aventura, de risas, de adrenalina, de tristeza, de peleas, de superaciones, de luchas, de un sin fin de cosas y que queda poco tiempo, muy poco. Saber que te quedarán mil cosas por hacer, por decirle, por enseñarle, bueno, por que te enseñe, por que te vea aprender. Que vea tu primer amor, tu primera vuelta en coche, tu graduación, tus actuaciones, tus bailes y tu voz irónicamente afinada al cantar. Ese es uno de los grandes miedos de esta vida, que además no se puede controlar. Esa desesperación por saber que harías cualquier cosa por evita...
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