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Atención, pasajeros del tren.

Si lo pensamos, ahora mismo podrían estar pasando mil cosas diferentes, sin tener nada que ver la una con la otra, sí, mientras lees estas líneas. Una persona saliendo de un concierto espectacular, o quizá una persona muriéndose en este instante. Eso suena un poco trágico, pero no intento eso, intento poner casos muy diferentes, extremistas, polos opuestos. 
Pongamos otro ejemplo más agradable. Como por ejemplo dos personas, caracterizadas por la pasión, por las ganas de vivir experiencias. En este mismo momento se dan su primer beso, una promesa de todo lo que vendrá, obvio es que no todo será de rosa, pero aparte de las cosas no tan agradables, vendrán promesas cumplidas, promesas de amor y promesas de bonitos pasajes.
Soy partidaria de eso que dicen de que la vida es como un tren, os explico; al nacer te subes en el tren, y a medida que avanza ganas años, madurez y sabiduría. Personas se bajan, otras se suben, unas se caen y otras se levantan. Unas están tristes, otras felices, otras no lo saben. Ninguna sabe su parada, no me refiero a que no sepan en cual quieren o tienen intención de bajarse, me refiero a en la que terminan bajándose. Imagina que tu vagón es el último (el vagón en el que estés no importa, ya que todos son iguales, solo se diferencian en que unos verán la parada antes que otros) y que en tu vagón están pasando varias cosas, tipo parejas enamoradas, parejas pasando una mala racha, solitarios, amigos, etc. Vale, pues ahora imagínate cuantas cosas deben estar pasando en otros vagones, parecidas, completamente diferentes, pero ninguna igual. A eso es a lo que quiero llegar con todo esto. A que pasan millones de cosas al día y nosotros no lo vemos. Nos sucede algo negativo y pensamos que es lo peor del mundo, y no, ¿cuántas cosas aún más negativas les pasarán a otras personas? Nunca es el fin del mundo. Deberíamos ser más positivos y aunque el tren pase por baches y tropecemos o nos caigamos, seguir adelante y levantarnos. Levántense con alegría.

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