Comprensión. Eso es lo que buscamos. Que cuando lleguemos a casa malhumorados tras un día interminable de clases haya alguien ahí que nos comprenda, que sepa que la vida de un trabajador es dura, intensa y agobiante, pero que la de un estudiante también.
Algunas personas no saben o no recuerdan lo que es tener que levantarse cuando aún es de noche, tras una madrugada de desvelos por nervios debido a un examen, una presentación... sentir las sábanas pegadas a tu cuerpo susurrándote al oído que lo que necesitas son unas vacaciones de una hora, media hora, o cinco minutos más descansando, mientras que tú conciencia te dice que te levantes de la cama y sigas persiguiendo tus metas. No solo seguir persiguiendo tus metas, sino complacer a tus padres. No soy de esas personas que piensan que hay que estudiar para complacer a los padres, no me refiero a eso, me refiero a que todos sabemos que no hay mayor satisfacción que la de un padre o una madre viendo como sus esfuerzos plantando semillas por que su hijo/a tuviese un buen futuro, han dado frutos. Todas las mañanas me levanto con el agobio de tener que seguir centrada para que mis padres vean que agradezco el esfuerzo que hacen. Pero es que a veces es tan difícil, tan cansado, tan estresante.
Queremos que la gente también se ponga en nuestro lugar, puesto que nosotros lo hacemos al estar estudiando seis horas diarias de media para que nuestros familiares vean que sabemos todo lo que sacrifican a día de hoy para que no tengamos que depender de nadie el día de mañana. También sabemos que la adolescencia es un proceso de asimilación de lo que va a ser nuestra vida, donde nos damos cuenta de que estamos aquí de paso, pero que ese paso nos enseña muchas cosas. La felicidad, la tristeza, los agobios por no llegar a fin de mes o por no saber cómo decirle a tus padres que has suspendido alguna que otra asignatura.
Los adolescentes que estudiamos queremos una cosa en común, la comprensión. La comprensión de que no nos es fácil. Estamos en la etapa de las hormonas revueltas, en la que cualquier cosa por mínima que sea, nos afecta el triple que a una persona de edad adulta. Que deseamos ser unos estudiantes brillantes, porque en el fondo sabemos que podemos, pero también queremos vivir, y es frustrante no tener tiempo a veces para compaginar los estudios con el desarrollo personal. A día de hoy parece que vale más el dar un temario indefinido en poco tiempo, que dar menos temario por año y aprenderlo bien, no rápido y corriendo. ¿No os ha pasado que dos días antes de un examen de evaluación sigan dando temario, que por supuesto, entra en el examen?, ¿no os ha pasado que tenéis dos semanas sin exámenes para estudiar 7 exámenes de evaluación, de 7 asignaturas diferentes, con unos 4-5 temas cada uno, más además encima tener que ir 6 horas a clase cuando ya no se está haciendo nada?, ¿no os ha pasado que habéis dedicado mucho tiempo a algo, que otros no se lo han dedicado ni por asomo, y sin embargo obtienen una nota muy superior a la tuya?, ¿y esas veces en las que sientes que el favoritismo hacia otros alumnos juega en tu contra?
De verdad, no penséis que la vida del estudiante es ir seis horas a clase, llegar a casa, estudiar cuatro horas y vuelta a empezar. Pasan mil cosas entremedias.
Algunas personas no saben o no recuerdan lo que es tener que levantarse cuando aún es de noche, tras una madrugada de desvelos por nervios debido a un examen, una presentación... sentir las sábanas pegadas a tu cuerpo susurrándote al oído que lo que necesitas son unas vacaciones de una hora, media hora, o cinco minutos más descansando, mientras que tú conciencia te dice que te levantes de la cama y sigas persiguiendo tus metas. No solo seguir persiguiendo tus metas, sino complacer a tus padres. No soy de esas personas que piensan que hay que estudiar para complacer a los padres, no me refiero a eso, me refiero a que todos sabemos que no hay mayor satisfacción que la de un padre o una madre viendo como sus esfuerzos plantando semillas por que su hijo/a tuviese un buen futuro, han dado frutos. Todas las mañanas me levanto con el agobio de tener que seguir centrada para que mis padres vean que agradezco el esfuerzo que hacen. Pero es que a veces es tan difícil, tan cansado, tan estresante.
Queremos que la gente también se ponga en nuestro lugar, puesto que nosotros lo hacemos al estar estudiando seis horas diarias de media para que nuestros familiares vean que sabemos todo lo que sacrifican a día de hoy para que no tengamos que depender de nadie el día de mañana. También sabemos que la adolescencia es un proceso de asimilación de lo que va a ser nuestra vida, donde nos damos cuenta de que estamos aquí de paso, pero que ese paso nos enseña muchas cosas. La felicidad, la tristeza, los agobios por no llegar a fin de mes o por no saber cómo decirle a tus padres que has suspendido alguna que otra asignatura.
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