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Querer y no poder, ¿te suena?

Y ella quería saber qué le sucedía. ¿Porqué no podía?, ¿porqué quería pero no podía?
Se repetía constantemente esas dos preguntas a lo largo del día, pero ni si quiera intentando buscar las respuestas adecuadas las encontraba.

Sabía que querer era poder, pero para ella no funcionaba así.
Ella quería aguantar al menos veinte segundos mirándole a los ojos y no duraba ni tres. Ella quería cogerle la mano e incluso se lo imaginaba, pero le temblaba el pulso, demasiado como para hacerlo. Ella quería apoyar su cabeza en su hombro, pero el pensamiento de que podía no ser recíproco le hacía pensárselo más de una vez.

Y así vivía ella, cohibida, ruborizada y abrumada ante el hecho de que era incapaz de abrirse, y más sin saber el porqué.

Nadie sabía qué le ocurría y la tomaban por una chica fría y distante, pero nadie sabía que ella, en el fondo de todas las telas cosidas una y otra vez junto con su caparazón en armas, ella, era creyente. Pero no creyente en un dios o en algo parecido, sino creía en el amor por encima de todo, estaba convencida de que el amor movía todos los hilos del universo.

Y ella quería formar parte de eso, pero no podía, y no sabía el porqué de tanta soledad sin siquiera quererla.

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