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Los que aportan y que por tanto, importan.

Estamos toda la familia en la mesa, con nuestras anécdotas, nuestras historias del pasado, nuestras aventuras, cada relato entre copa y copa, entre risa y carcajada. Ahí es donde me doy cuenta de lo afortunada que soy, de lo feliz que me hacen esas personas, de que la vida no es tan mala, hay épocas que no son tan buenas, pero también así, cuando haya épocas buenas las aprovechamos y valoramos más.
Todo está en nuestra cabeza, de nosotros depende si queremos estar bien o mal, de si dejamos que nos afecten las cosas o no, en esta vida lo que cuenta es los momentos felices que tenemos, y esta gente, mi familia y amigos, me dan momentos felices, y digo momentos porque no necesitamos a nadie, y recalco la palabra nadie, para que seamos felices. Somos felices si queremos con el corazón, pero también con la mente.
Me gusta ver reir a los que me quieren, básicamente porque les quiero. Me gusta verles no solo en estas fechas de celebración, sino siempre. Verles crecer, madurar, y yo crecer y madurar al mismo tiempo. Hablamos de los mucho que hemos cambiado en tan solo un año, de lo que hemos mejorado, y de lo que tenemos que mejorar. Me gusta darme cuenta de lo que tengo, porque a decir verdad, no es poco.

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